Cristina Iñaste es una de esas personas a las que la vida le dio un vuelco inesperado cuando llegó el temido diagnóstico. Tenía cáncer de colon con metástasis en grado 3. Al desconcierto del conocimiento de la enfermedad siguieron las duras sesiones de quimioterapia durante un año y una operación de urgencia para retirar partes de los órganos más afectados por el tumor, pero el cáncer no cedía. En un callejón sin salida, Cristina, asesorada por los profesionales, su padre -relacionado laboralmente con el sector sanitario- y el resto de su entorno familiar y afectivo, comenzó a buscar terapias alternativas basadas en ensayos clínicos ya probados. Entonces apareció la inmunoterapia, ese tratamiento contra el cáncer que ahora ha sido reconocido con el Nobel de Medicina para dos de sus grandes investigadores y que comienza a abrirse paso frente a terapias más consolidadas como la quimioterapia, la radioterapia o la cirugía, pero más agresivas para el organismo en la mayoría de los casos.
Un medicamento basado en la inmunoterapia monoclonal recomendado por el personal de oncología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid supuso la salida del tunel tras meses de quimioterapia, que en el caso de Cristina estaba dañando el organismo sin anular el tumor. «Comencé a estudiar y a asesorarme y me comentaron que existían otras opciones como anticuerpos monoclonales y ensayos clínicos ya probados en personas. No sólo acudí al Gregorio Marañón, también recurrí al Hospital Universitario de Sanchinarro y al Hospital Universitario de Boadilla del Monte porque ya buscaba incluso ensayos en fase 1 ante mi situación de muerte inminente», comenta Cristina. «Tuve que decidirlo yo sola. Tu familia te apoya, tu médico te dice que es lo mejor, pero tú tienes que tomar la decisión. Confíé en mi oncóloga, Aitana Calvo, que es la persona que me ha salvado la vida», recuerda.
«En un principio la mezcla de los dos medicamentos causó una reacción dañina al hígado -fallo hepático- a las dos sesiones, pero el tumor se redujo en un 30%, ante lo cual mi oncóloga me propuso que en caso de que mi hígado se recuperase iba a tratar de conseguir el uso compasivo del medicamento menos dañino de los dos», continúa. Algo que ha permitido que el laboratorio que fabrica el medicamento haya costeado el tratamiento de Cristina.
Respecto a los efectos secundarios del tratamiento, Cristina explica que dependen en gran medida del paciente en concreto, aunque en su caso cita «la sequedad de piel y el cansancio» posterior a cada sesión ante la sobreestimulación del sistema inmune que supone. «El primer o segundo día después de cada sesión a tu cuerpo acaban de quitarle los frenos para que ataque al cáncer y está como loco, está acelerado. Es como cuando te contagias de una gripe y el primer día estás destrozado, tu cuerpo está defendiéndose de la enfermedad y no tienes mucha energía», explica de manera gráfica. Algo que según sus palabras, «no es nada» en comparación con la dura experiencia de haber pasado por la quimioterapia. «Es maravilloso, es que no puedo decir nada malo. Las analíticas que me hacen dan unos resultados estupendos. Te puede subir un poquito el azúcar, pero nada más. No tengo diabetes, no tengo colesterol, son unos resultados estupendos. Es verdad que tengo que tener cuidado con el hígado, pero tengo el tumor en este órgano, con lo cual es evidente que debo mantener un control exhaustivo de la alimentación, pero puedo tener una vida normal. Por eso siempre aconsejaré la inmunoterapia antes que la quimioterapia», afirma rotundamente Cristina, cuyo ánimo positivo resulta contagioso.
Su tratamiento, cuyo valor puede ascender a unos 220.000 euros anuales actualmente, se basa en las sesiones a las que cada quince días se tiene que someter. Éstas consisten en una hora de tratamiento más un cuarto de hora de suero antes y un después del mismo. Un método que presenta unas excelentes perspectivas en el tratamiento del melanoma, el tipo de tumor para el que está especificamente indicado. «Me lo han puesto a mí porque yo tengo una inestabilidad de microsatélites. Creo que soy una de los dos o tres personas en España que se han podido tratar con este medicamento porque presentan esta especificidad», señala en este sentido, ya que actualmente no hay un tratamiento de inmunoterapia centrado en el cáncer colorrectal. «Ojalá puedan seguir avanzando en esta línea de investigación, hay mucho desconocimiento y yo animo a cualquier persona a que se informe de posibles alternativas ante un tratamiento desfavorable. Un ensayo puede servir para que en un futuro los especialistas puedan calibrar al 100% los tratamientos. Hay que ser altruistas también. Si yo no hubiera pensado en eso no me hubiera salvado», concluye Cristina.
Determinar en qué pacientes funciona
«La inmunoterapia ya la estamos aplicando en muchos tumores como primera línea de tratamiento», señala por su parte Aitana Calvo, oncóloga de Cristina y secretaria científica de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). «Lo que es muy importante destacar es que no en todas las situaciones funciona este tratamiento. Está dando muy buenos resultados en algunos tumores en los que la quimioterapia no estaba funcionando, como es el caso del melanoma. Es un tratamiento más que se añade a los que ya teníamos, pero eso no implica que la quimioterapia se deje de utilizar», explica.
Aitana Clavo, secretaria científica de SEOM.
Aitana Clavo, secretaria científica de SEOM. / SEOM
«Los pacientes no ponen en general problemas para ser tratados con inmunoterapia. Muchos de ellos han oído hablar de estos tratamientos y cuando se les informa no muestran inconvenientes, ya que en general los efectos adversos son mucho menores. La mayoría de los pacientes no notan nada salvo un ligero cansancio. A ese mismo paciente le hablas de la quimioterapia que ha recibido antes y resulta incomparable. Es verdad que con la inmunoterapia se dan efectos adversos graves en un pequeño porcentaje de pacientes que normalmente responden bien. Se trata de efectos adversos autoinmunes, ya que el sistema inmune se activa demasiado y al igual que actúa contra el tumor, también lo hace contra órganos importantes como el hígado, el tiroides o el colon. Eso hay que identificarlo y tratarlo», señala.
«Hay muchos tipos de inmunoterapia, lo que ahora se ha premiado es el mecanismo subyacente de un tipo de inmunoterapia muy concreto que ha cambiado la historia natural de algunas enfermedades. Los pacientes cada vez viven más», señala. «El tratamiento es mucho menos agresivo que la quimioterapia o la radioterapia. Con la quimioterapia todo el mundo tiene efectos secundarios acumulativos. Es muy dificíl seguir más allá de dos o tres ciclos porque hay muchas toxicidades que se acumulan. Esto no pasa con la inmunoterapia, aunque sí es verdad que tampoco sabemos cuánto tiempo debe permanecer el paciente con este tratamiento porque no disponemos de datos que nos indiquen si es mejor parar o continuar. Si quitamos los frenos al sistema inmune logramos una respuesta hacia el tumor y a lo mejor no es necesario estimular esta respuesta tanto tiempo como en el caso de la quimioterapia. Es algo que aún no sabemos con exactitud», indica la doctora Calvo.
«Hay que señalar que no todos los pacientes responden y progresan. Lo que es más importante es identificar qué pacientes se van a beneficiar de los efectos de este tipo de tratamiento. Son tratamientos muy caros y sobretodo, si nos equivocamos les restamos a los pacientes tiempo y por lo tanto oportunidades de respuesta ante la enfermedad. La inmunoterapia está disponible comercialmente sólo para algunos tipos de tumores. Ahora nos estamos centrando en las estrategias combinadas, sobre las que se trabajan muchos de los ensayos clínicos actuales. Por ahora son tratamientos muy caros, pero sí son úilies cada vez serán más baratos, por lo que es muy importante seleccionar y especificar en qué caso serán efectivos», concluye la doctora, que deja la puerta abierta de par en par a una nueva esperanza contra el cáncer.