El concepto de potenciar la respuesta inmunológica para tratar a pacientes con cáncer data del siglo XIX, y se considera al Dr. William Coley como su precursor. Durante el siglo XX se desarrollaron diversas estrategias de estimulación y manipulación del sistema inmunológico que eran eficaces en un pequeño número de pacientes.
La inmunoterapia ejerce su acción antitumoral estimulando la respuesta inmunológica de los pacientes frente al cáncer, a diferencia de los tratamientos clásicos, que atacan directamente al tumor. Esto implica una serie de ventajas y características de esta novedosa estrategia.
Su principal ventaja es su capacidad de controlar el tumor durante periodos muy largos de tiempo en un determinado porcentaje de pacientes, que varía según el tipo de cáncer. En algunos pacientes con tumores que antes se consideraban incurables, en este momento se están consiguiendo supervivencias muy prolongadas, incluso de años.
En la actualidad, la inmunoterapia con anticuerpos que bloquean los receptores PD-1 o la acción sobre estos receptores de la proteína PD-L1 ha demostrado eficacia frente a un gran número de tumores, incluyendo entre otros el melanoma, los cánceres de pulmón, riñón, vejiga, estómago, hígado, cabeza y cuello y algunos tumores ginecológicos y linfomas.
Estos tratamientos suelen administrase por vía intravenosa y su toxicidad suele ser menor que la de los tratamientos convencionales, como la quimioterapia. No obstante, entre un 5-15% de los pacientes pueden desarrollar toxicidades relevantes, que suelen deberse a la activación del sistema inmunológico contra el propio organismo del paciente. Los órganos más frecuentemente afectados por estas reacciones son: el pulmón (“neumonitis”), que se manifiesta en forma de tos y dificultad para respirar; y el tubo digestivo (“colitis”), que se presenta como diarrea.
Nuevas estrategias de inmunoterapia
A pesar de estos resultados, queda mucho camino por recorrer, dado que en la actualidad sólo se benefician de estos tratamientos entre el 40-60% de los pacientes con melanoma y entre el 10 y el 30% de los pacientes con otros tipos de tumores. Algunas de las principales estrategias en desarrollo para mejorar la eficacia de la inmunoterapia son:
– Inmunoterapia de combinación: durante el desarrollo de un tumor se pueden alterar varias fases de la respuesta inmunológica. Por tanto, la utilización simultánea de dos o más tratamientos de inmunoterapia es una de las estrategias más empleadas para aumentar la eficacia antitumoral. Las combinaciones de inmunoterapia han demostrado una actividad importante en pacientes con melanoma y cáncer renal. Los principales mecanismos de acción de los fármacos que se utilizan para estas combinaciones son: activar directamente la respuesta inmunológica; desbloquear la inhibición de la respuesta inmunológica producida por muchos tumores; o proporcionar elementos fundamentales para desencadenar la respuesta inmunológica, como antígenos o células del sistema inmunológico (ver siguientes apartados).
– Nuevas vacunas: las vacunas antitumorales consisten en administrar al paciente antígenos del tumor (pequeños fragmentos del mismo, normalmente proteínas), para que el sistema inmunológico los reconozca y ponga así en marcha la respuesta inmune antitumoral. Las modernas técnicas de biología molecular han permitido avanzar mucho en los procesos de selección de los antígenos con mayores posibilidades de desencadenar estas respuestas y, por ello, ésta es una de las vías más esperanzadoras para el desarrollo de nuevos tratamientos de inmunoterapia. Actualmente existe una vacuna antitumoral contra el cáncer de próstata cuyo uso en pacientes está aprobado en EE.UU. (Sipuleucel).
– Células CAR-T (Chimeric Antigen Receptor, o receptor antigénico quimérico): consiste en extraer las células inmunológicas del paciente; procesarlas en el laboratorio para que expresen un antígeno que reconozca de forma específica a las células tumorales; y volverlas a administrar al paciente, para que ataquen al tumor. Esta estrategia está teniendo una eficacia considerable en pacientes con algunos tipos de leucemia, aunque su utilización en pacientes con tumores sólidos parece más complicada. Además, se asocia a toxicidades relevantes, aunque la mayoría pueden controlarse con cuidados médicos especializados.